Tercera parte: un nombre. La historia del sostenedor del cielo.
Sexta parte: un buen gobierno.
Séptima y última parte: una posdata.
Son indígenas rebeldes. Rompen así con el esquema tradicional que, primero de Europa y después de todos aquellos que visten el color del dinero, les fue impuesto para mirar y ser mirados.
Así que no les acomodan ni la imagen “diabólica” de los sacrificadores de humanos para malcontentar a los dioses, ni la del indígena menesteroso con la mano tendida esperando la limosna o la caridad de quien todo tiene, ni la del buen salvaje que es pervertido por la modernidad, ni la del infante que divierte a los mayores con sus balbuceos, ni la del sumiso peón de todas las haciendas que hieren la historia de México, ni la del hábil artesano cuyo producto adornará las paredes de quien lo desprecia, ni la del ignorante que no debe opinar sobre lo que está más allá del reducido horizonte de su geografía, ni la del temeroso de dioses celestiales o terrenos.
Porque has de saber, azul reposo, que estos indígenas enojan hasta a quienes simpatizan con su causa. Y es que no obedecen. Cuando se espera que hablen, callan. Cuando se espera silencio, hablan. Cuando se espera que dirijan, se ponen atrás. Cuando se espera que sigan atrás, agarran para otro lado. Cuando se espera que sólo hablen ellos, se arrancan hablando de otras cosas. Cuando se espera que se conformen con su geografía, caminan el mundo y sus luchas.
O sea que no tienen contento a nadie. Y parece no importarles mucho. Lo que sí les importa es tener contento a su corazón, así que siguen los caminos que él les marca.
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Dicen aquí que los más antiguos dicen que otros más anteriores dijeron que los más primeros de estas tierras tenían aprecio por la figura del caracol. Dicen que dicen que decían que el caracol representa el entrarse al corazón, que así le decían los más primeros al conocimiento. Y dicen que dicen que decían que el caracol también representa el salir del corazón para andar el mundo, que así llamaron los primeros a la vida. Y no sólo, dicen que dicen que decían que con el caracol se llamaba al colectivo para que la palabra fuera de uno a otro y naciera el acuerdo. Y también dicen que dicen que decían que el caracol era ayuda para que el oído escuchara incluso la palabra más lejana. Eso dicen que dicen que decían. Yo no sé. Yo camino contigo de la mano y te muestro lo que ve mi oído y escucha mi mirada. Y veo y escucho un caracol, el “pu’y”, como le dicen en lengua acá.
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Durante varias horas, estos seres de corazón moreno han trazado, con sus ideas, un gran caracol. Partiendo de lo internacional, su mirada y su pensamiento ha ido adentrándose, pasando sucesivamente por lo nacional, lo regional y lo local, hasta llegar a lo que ellos llaman “El Votán. El guardián y corazón del pueblo”, los pueblos zapatistas. Así desde la curva más externa del caracol se piensan palabras como “globalización”, “guerra de dominación”, “resistencia”, “economía”, “ciudad”, “campo”, “situación política”, y otras que el borrador va eliminando después de la pregunta de rigor “¿Está claro o hay pregunta?”. Al final del camino de fuera hacia dentro, en el centro del caracol, sólo quedan unas siglas: “EZLN”. Después hay propuestas y se dibujan, en el pensamiento y en el corazón, ventanas y puertas que sólo ellos ven (entre otras cosas, porque aún no existen). La palabra dispar y dispersa empieza a hacer camino común y colectivo. Alguien pregunta ¿”Hay acuerdo? “Hay”, responde afirmando la voz ya colectiva. De nuevo se traza el caracol, pero ahora en camino inverso, de dentro hacia fuera. El borrador sigue también el camino inverso hasta que solo queda, llenando el viejo pizarrón, una frase que para muchos es delirio, pero para estos hombres y mujeres es una razón de lucha: “un mundo donde quepan muchos mundos”. Más despuecito, una decisión se toma.
Después de todo, ése había sido el origen fundamental del EZLN: un grupo de “iluminados” que llega desde la ciudad para “liberar” a los explotados y que se encuentra con que, más que “iluminados”, confrontados con la realidad de las comunidades indígenas, parecíamos focos fundidos. ¿Cuánto tiempo tardamos en darnos cuenta de que teníamos que aprender a escuchar y, después, a hablar? No estoy seguro, han pasado ya no pocas lunas, pero yo calculo unos dos años al menos. Es decir, lo que en 1984 era una guerrilla revolucionaria de corte clásico (levantamiento armado de las masas, toma del poder, instauración del socialismo desde arriba, muchas estatuas y nombres de héroes y mártires por doquier, purgas, etcétera, en fin, un mundo perfecto), para 1986 ya era un grupo armado, abrumadoramente indígena, escuchando con atención y balbuceando apenas sus primeras palabras con un nuevo maestro: los pueblos indios.
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Llegó un momento, no podría precisar bien cuando mero, en que ya no estaba el EZLN por un lado y las comunidades por el otro, sino que todos éramos, simplemente zapatistas.
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El caso es que así estábamos, es decir, todavía aprendiendo (porque, creo, nunca se acaba de aprender), cuando el ahora “neo aparecido”, Carlos Salinas de Gortari (entonces presidente de México gracias a un fraude electoral descomunal), tuvo la “brillante” idea de hacer las reformas que acababan con el derecho de los campesinos a la tierra.
El impacto en las comunidades ya zapatistas fue, por decir lo menos, brutal. Para nosotros (note usted que ya no distingo entre las comunidades y el EZLN) la tierra no es una mercancía, sino que tiene connotaciones culturales, religiosas e históricas que no viene al caso explicar aquí. Así que, pronto, nuestras filas regulares crecieron en forma geométrica.
Y no sólo, también creció la miseria y, con ella, la muerte, sobre todo de infantes menores de 5 años. Debido a mi cargo, me tocaba entonces checar por radio los ya cientos de poblados y no había día en que alguien no reportara la muerte de un niño, de una niña, de una madre. Como si fuera una guerra. Después entendimos que, en efecto, era una guerra. El modelo neoliberal que Carlos Salinas de Gortari comandó con cinismo y desenfado, era para nosotros una auténtica guerra de exterminio, un etnocidio, puesto que eran pueblos indios enteros los que estaban siendo liquidados. Por eso nosotros sabemos de qué hablamos cuando hablamos de la ” bomba neoliberal”.
Imagino (habrá estudiosos serios por ahí que contarán con datos y análisis precisos) que esto ocurría en todas las comunidades indígenas de México, Pero la diferencia estaba en que nosotros estábamos armados y entrenados para una guerra. Dice Mario Benedetti, en un poema, que uno no siempre hace lo que quiere, que uno no siempre puede, pero tiene el derecho a no hacer lo que no quiere. Y en nuestro caso, no queríamos morir… o más bien, no queríamos morir así.
Ya antes, en alguna ocasión, he hablado de la importancia que tiene para nosotros la memoria. Y en consecuencia, la muerte por olvido era (y es) para nosotros la peor de las muertes. Yo sé que sonará apocalíptico, y que más de uno buscará algún dejo martiriológico en lo que digo, pero, para ponerlo en términos llanos, nos encontramos entonces frente a una elección, pero no entre vida o muerte, sino entre un tipo de muerte y otro. La decisión, colectiva y consultada con cada uno de los, entonces, decenas de miles de zapatistas, es ya historia y originó ese destello que fue la madrugada del primero de enero de 1994.
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Acorralados, salimos esa madrugada de 1994 con solo dos certezas: una era que nos iban a hacer pedazos; la otra que el acto atraería la atención de personas buenas hacia un crimen que, no por silencioso y alejado de los medios de comunicación, era menos sangriento: el genocidio de miles de familias de indígenas mexicanos. Así como lo digo, puede sonar a que teníamos (o tenemos) vocación de mártires que se sacrifican por otros.
Mentiría si dijera que si. Porque aunque, viéndolo fríamente, no teníamos ninguna oportunidad militar, nuestro corazón no pensaba en la muerte, sino en la vida y, puesto que éramos (y somos) zapatistas y, ergo, nuestra duda nos incluye, pensábamos que podíamos estar equivocados en eso de que nos iban a hacer pedazos, que tal vez se levantara el pueblo de México entero. Pero nuestra duda, debo ser sincero, no alcanzaba a ser tan grande como para suponer que podría pasar lo que en realidad pasó.
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Les decía que nosotros tratamos de aprender de nuestros encuentros con la sociedad civil nacional e internacional. Pero también esperamos que ella aprendiera. El movimiento zapatista surge, entre otras cosas, por la demanda de respeto. Y resulta que no siempre recibimos respeto. Y no es que nos insultaran. O cuando menos no con esa intención. Pero es que, para nosotros, la lástima es una afrenta y la limosna una bofetada.
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No sólo, hay una limosna más sofisticada. Es la que practican algunas ONG’s y organismos internacionales. Consiste, grosso modo, en que ellos deciden qué es lo que necesitan las comunidades y, sin consultarlas siquiera, imponen no sólo determinados proyectos, también los tiempos y formas de su concreción. Imaginen la desesperación de una comunidad que necesita agua potable y a la que le endilgan una biblioteca, la que requiere de una escuela para los niños y le dan un curso de herbolaria.
Hace unos meses, un intelectual de izquierda escribía que la sociedad civil debía movilizarse para lograr el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés porque las comunidades indígenas zapatistas estaban sufriendo mucho (ojo: no porque fuera de justicia para los pueblos indios de México, sino para que los zapatistas no sufrieran más privaciones).
Un momento. Si las comunidades zapatistas quisieran, serían las de mejor nivel de vida de América Latina. Imaginen ustedes cuánto no estaría dispuesto a invertir el gobierno para conseguir la rendición de nosotros y tomarse muchas fotos y hacer muchos “spots” donde Fox o Martita se autopromocionaran, mientras el país se les deshace en las manos. ¿Cuánto no hubiera dado el ahora “neo aparecido” Carlos Salinas de Gortari por terminar su mandato, no con la carga de los asesinatos de Colosio y de Ruíz Massieu, sino con la foto de los rebeldes zapatistas firmando la paz y el Sup entregando su arma (¿la que Dios le dio?) a quien sumió en la ruina a millones de Mexicanos? ¿Cuánto no hubiera ofrecido Zedillo para tapar la crisis económica en la que hundió al país, con la imagen de su entrada triunfal en la Realidad? ¿Cuánto no hubiera estado dispuesto a dar el “croquetas” Albores para que los zapatistas aceptaran la “remunicipalización” efímera que impuso durante la tragicomedia de su mandato?
No. Ofertas para comprar su conciencia han recibido muchas los zapatistas, y sin embargo se mantienen en resistencia, haciendo de su pobreza (para quien aprende a ver) una lección de dignidad y de generosidad. Porque decimos los zapatistas que “para todos todo, nada para nosotros” y si lo decimos es que lo vivimos. El reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura indígena, y la mejora en las condiciones de vida, es para todos los pueblos indios de México, no sólo para los indígenas zapatistas. La democracia, la libertad y la justicia a las que aspiramos son para todos los mexicanos, no sólo para nosotros.
Con no pocas personas hemos insistido en que la resistencia de las comunidades zapatistas no es para provocar lástima, sino respeto. Acá, ahora, la pobreza es un arma que ha sido elegida por nuestros pueblos para dos cosas: para evidenciar que no es asistencialismo lo que buscamos, y para demostrar, con el ejemplo propio, que es posible gobernar y gobernarse sin el parásito que se dice gobernante. Pero bueno, el tema de la resistencia como forma de lucha tampoco es el objetivo de este texto.
El apoyo que demandamos es para la construcción de una pequeña parte de ese mundo donde quepan todos los mundos. Es, pues, un apoyo político, no una limosna.
Tercera parte: un nombre. La historia del sostenedor del cielo.
“Según nuestros más anteriores, al cielo hay que sostenerlo para que no se caiga. O sea que el cielo no mero está firme, sino que cada tanto se pone débil y como que se desmaya y se deja caer así nomás como se caen las hojas de los árboles y entonces puras calamidades que pasan porque llega el mal a la milpa y la lluvia lo rompe todo y el sol castiga al suelo y es la guerra quien manda y es la mentira quien vence y es la muerte quien camina y es el dolor quien piensa.
Dijeron nuestros más anteriores que así pasa porque los dioses que hicieron el mundo, los más primeros, tanto empeño pusieron en hacer el mundo que, después de terminarlo, ya no muy tenían fuerza para hacer el cielo o sea el techo de nuestra casa y le pusieron ahí nomás lo que se les ocurrió y entonces el cielo está puesto sobre la tierra nomás como un techo de ésos de plástico. Entonces el cielo no está mero firme, sino que a veces como que se afloja. Y has de saber que cuando esto pasa, se desarreglan los vientos y las aguas, el fuego se inquieta y la tierra da en levantarse y caminarse sin encontrar donde estarse sosiega.
Por eso dijeron los que antes de nosotros se llegaron, que, pintados de colores diferentes, cuatro dioses se regresaron al mundo y, haciéndose gigantes, se pusieron en las cuatro esquinas del mundo para agarrarlo al cielo para que no se cayera y se estuviera quieto y bien planito, para que sin pena lo caminaran el sol y la luna y las estrellas y los sueños.
Pero, también cuentan aquellos del paso primero en estas tierras, que a veces a uno o a más de los bacabes, los sostenedores del cielo, como que le entra su sueño y como que se duerme o se distrae con alguna nube y entonces no lo tensa bien su lado del techo del mundo o sea del cielo, y entonces el cielo o sea el techo del mundo como que se afloja y como que se quiere caer sobre la tierra, y el sol y luna ya no tienen plano su camino y las estrellas igual.
Así pasó desde el principio, por eso los dioses primeros, los que nacieron el mundo dejaron encargado a uno de los sostenedores del cielo y él debe estarse pendiente para leer el cielo y ver cuando empieza a aflojarse y entonces este sostenedor debe hablarle a los otros sostenedores para que despierten y vuelvan a tensar su lado y las cosas se acomoden de nuevo.
Y este sostenedor nunca duerme, siempre debe estar alerta y pendiente para despertar a los demás cuando el mal se cae sobre la tierra. Y dicen los más antiguos en el paso y la palabra que este sostenedor del cielo lleva en el pecho colgado un caracol y con él escucha los ruidos y silencios del mundo para ver si todo está cabal, y con el caracol los llama a los otros sostenedores para que no se duerman o para que se despierten.
Y dicen aquellos que más primero fueron que, para no dormirse, este sostenedor del cielo va y viene dentro y fuera de su propio corazón, por los caminos que lleva en el pecho, y dicen aquellos enseñadores antiguos que este sostenedor enseñó a los hombres y mujeres la palabra y su escritura porque, dicen mientras la palabra camine el mundo es posible que el mal se aquiete y esté el mundo cabal, así dicen.
Por eso la palabra del que no duerme, del que está pendiente del mal y sus maldades, no camina directo de uno a otro lado, sino que anda hacia sí misma, siguiendo las líneas del corazón, y hacia fuera, siguiendo las líneas de la razón, y dicen los sabedores de antes que el corazón de los hombres y mujeres tiene la forma de un caracol y quienes tienen buen corazón y su pensamiento se andan de uno a otro lado, despertando a los dioses y a los hombres para que se estén pendientes de que el mundo se esté cabal. Por eso, quien vela cuando los demás duermen usa un su caracol, y lo usa para muchas cosas, pero sobre todo para no olvidar.”
Desde los inicios de nuestro alzamiento, y aún mucho antes, los indígenas zapatistas hemos insistido en que somos mexicanos… pero también somos indígenas. Esto quiere decir que reclamamos un lugar en la Nación Mexicana, pero sin dejar de ser lo que somos.
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Siendo esquemáticos y lacónicos, tendríamos que el plan es hacer: del norte, una gran maquila; del centro, un gigantesco “mall”; y del sur-sureste, una gran finca.
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Los políticos son ya, y desde hace tiempo, dóciles empleados… de quien paga más. Mal hacen los empresarios nacionales al pensar que el dinero extranjero se conformará con la industria eléctrica y el petróleo. El nuevo poder en el mundo quiere todo. Así que del dinero nacional sólo quedará la nostalgia y, si tienen suerte, algún puesto menor en las mesas directivas.
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Así que, frente al “Plan Puebla Panamá” en particular, y en general contra de todo plan global de fragmentación de la Nación Mexicana, El Ejército Zapatista de Liberación Nacional lanza ahora el… “Plan La Realidad-Tijuana” (RealiTi”, por sus siglas).
El Plan consiste en ligar todas las resistencias en nuestro país y, con ellas, reconstruir desde abajo a la nación mexicana. En todos los estados de la federación existen hombres, mujeres, niños y ancianos que no se rinden y que, aunque no son nombrados, luchan por la democracia, la libertad y la justicia. Nuestro plan consiste en hablar con ellos y escucharlos.
El plan “La Realidad-Tijuana” no tiene presupuesto alguno, ni funcionarios, ni oficinas. Cuenta sólo con la gente que, en su lugar, en su tiempo y en su modo, resiste contra el despojo, y recuerda que la patria no es una empresa con sucursales, sino una historia común. Y la historia no es algo que sólo es pasado. Es también, y sobre todo, futuro.
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Y no sólo. Puesto que nuestra modesta aspiración es contribuir en algo a la construcción de un mundo donde quepan muchos mundos, también tenemos un plan para los cinco continentes.
Para el norte del continente Americano tenemos el “Plan Morelia-Polo Norte”. Que incluye a la Unión Americana y Canadá.
Para Centroamérica, El Caribe y Sudamérica, tenemos el “Plan La Garrucha-Tierra de Fuego”.
Para Europa y África, tenemos el “Plan Oventik-Moscú” (caminando hacia el oriente) y pasa por Cancún el próximo septiembre.
Para Asia y Oceanía, tenemos el “Plan Roberto Barrios-Nueva Delhi” (caminando hacia el occidente).
Para los cinco continentes el plan es el mismo: luchar contra el neoliberalismo y por la humanidad.
Y para las galaxias también tenemos un plan, pero todavía no sabemos que nombre ponerle (¿”La Tierra-Alpha Centauro”?). Nuestro plan intergaláctico es tan sencillo como los anteriores y consiste, grosso modo, en que no sea una vergüenza llamarse “ser humano”.
Esta “forma” de autogobierno (que aquí resumo en extremo) no es invención o aportación del EZLN. Viene de más lejos y, cuando nació el EZLN, ya tenía un buen rato que esto funcionaba, aunque sólo a nivel de cada comunidad.
Es a raíz del crecimiento desmesurado del EZLN (como ya expliqué, fue a finales de los años 80), que esta práctica pasa de lo local a lo regional. Funcionando con responsables locales (esto es, los encargados de la organización en cada comunidad), regionales (un grupo de comunidades) y de zona (un grupo de regiones), el EZLN vio que, de forma natural, quienes no cumplían con los trabajos eran suplidos por otro. Aunque aquí, puesto que se trataba de una organización político-militar, el mando tomaba la decisión final.
Con esto quiero decir que la estructura militar del EZLN “contaminaba” de alguna forma una tradición de democracia y autogobierno. El EZLN era, por así decirlo, uno de los elementos “antidemocráticos” en una relación de democracia directa comunitaria (otro elemento antidemocrático es la Iglesia, pero es asunto de otro escrito).
Cuando los municipios autónomos se echan a andar, el autogobierno no sólo pasa de lo local a lo regional, también se desprende (siempre de modo tendencial) de la “sombra” de la estructura militar. En la designación o destitución de las autoridades autónomas el EZLN no interviene para nada, y sólo se ha limitado a señalar que, puesto que el EZLN, por sus principios, no lucha por la toma del poder, ninguno de los mandos militares o miembros del Comité Clandestino Revolucionario Indígena puede ocupar cargo de autoridad en la comunidad o en los municipios autónomos. Quienes deciden participar en los gobiernos autónomos deben renunciar definitivamente a su cargo organizativo dentro del EZLN.
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Sin embargo, no quiero que quede la impresión de que se trata de algo perfecto y que sea idealizado. El “mandar obedeciendo” en los territorios zapatistas es una tendencia, y no está exenta de sube-y-bajas, contradicciones y desviaciones, pero es una tendencia dominante. De que ha resultado en beneficio de las comunidades habla el haber logrado sobrevivir en condiciones de persecución, hostigamiento y pobreza que pocas veces pueden encontrarse en la historia del mundo. No sólo, los consejos autónomos han logrado llevar adelante, con el apoyo fundamental de las “sociedades civiles”, una labor titánica: construir las condiciones materiales para la resistencia.
Encargados de gobernar un territorio en rebeldía, es decir, sin apoyo institucional alguno y bajo la persecución y el hostigamiento, los consejos autónomos enfocaron sus baterías a dos aspectos fundamentales: la salud y la educación.
[…] En algunas regiones (no en todas, es cierto) ya se logró que asistan a la escuela las niñas, ancestralmente marginadas del acceso al conocimiento. Aunque se ha conseguido que las mujeres ya no sean vendidas y elijan libremente a su pareja, existe todavía en tierras zapatistas lo que las feministas llaman “discriminación de género”. La llamada “ley revolucionaria de las mujeres” dista todavía buen trecho de ser cumplida.
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Yo sé que más de alguno estará pensando que ya parece informe de gobierno y que nomás falta que diga “el número de pobres se ha reducido” o alguna “foxeada” por el estilo, pero no, acá el número de pobres ha crecido porque el número de zapatistas ha crecido, y una cosa va con la otra.
Por eso quiero remarcar que todo esto se da en condiciones extremas de pobreza, carencia y limitaciones técnicas y de conocimientos, además que el gobierno hace todo lo posible por bloquear los proyectos que provienen de otros países.
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Además de educación y salud, los Consejos Autónomos ven los problemas de tierras, trabajo y de comercio, donde avanzan un poco. Ven también asuntos de vivienda y alimentación,. Donde estamos en pañales. Donde se está un poco bien es en cultura e información. En cultura se promueven, sobre todo, la defensa de la lengua y las tradiciones culturales. En información, a través de las diversas estaciones de radio zapatista, se trasmiten noticieros en lengua. También, regularmente y alternados con música de todo tipo, se transmiten mensajes recomendando a los varones el respeto a las mujeres, y llamando a las mujeres a organizarse y exigir el respeto a sus derechos. Y, no es por nada, pero nuestra cobertura sobre la guerra en Irak fue muy superior a la de CNN (lo que, bien visto, no significa mucho).
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Si la relación de los Consejos Autónomos con las comunidades zapatistas está llena de contradicciones, la relación con comunidades no zapatistas ha sido de constante fricción y enfrentamiento.
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También está el problema de las diferencias entre derecho positivo y los llamados “usos y costumbres” (como les dicen los juristas) o “camino del buen pensamiento” (como les decimos nosotros).
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Si el alzamiento del 1 de enero de 1994 fue posible por la complicidad conspirativa de decenas de miles de indígenas, la construcción de la autonomía en territorio rebelde es posible por la complicidad de cientos de miles de personas de diferentes colores, diferentes nacionalidades, diferentes culturas, diferentes lenguas, en fin, de mundos diferentes.
Ellos y ellas, con su apoyo, han hecho posible (en lo bueno, porque lo malo es sólo responsabilidad nuestra) no que se solucionen las demandas de los indígenas rebeldes zapatistas, pero sí que mejoren un poco sus condiciones de vida y, sobre todo, que hayan sobrevivido y hecho crecer una más, acaso la más pequeña, de las alternativas frente a un mundo que excluye a todos los “otros”, es decir, a indígenas, jóvenes, mujeres, niños, migrantes, trabajadores, maestros, campesinos, taxistas, comerciantes, desempleados, homosexuales, lesbianas, transexuales, religiosos comprometidos y honestos, artistas e intelectuales progresistas, y ___ (agregue usted lo que falte).
Sexta parte: un buen gobierno.
En cada uno de los cinco “Caracoles” que están por nacer en territorio rebelde, se trabaja a marchas forzadas para que todo esté listo. […]
Y en cada “Caracol” se distingue perfectamente una nueva construcción, la llamada “Casa de la Junta de Buen Gobierno”. Según se alcanza a ver, habrá una “Junta de Buen Gobierno” en cada zona y representa un esfuerzo organizativo de las comunidades, no sólo para enfrentar los problemas de la autonomía, también para construir un puente más directo entre ellas y el mundo.
[…]
Sus sedes estarán en los “Caracoles”, habrá una junta por cada zona rebelde y estará formada por 1 ó 2 delegados de cada uno de los Consejos Autónomos de dicha zona.
[…]
Entre las primeras disposiciones de las Juntas de Buen Gobierno están las siguientes:
Uno.- Ya no se permitirá que los donativos y apoyos de la sociedad civil nacional e internacional sean destinados a alguien en particular o a una comunidad o municipio autónomo preciso. La Junta de Buen Gobierno decidirá, después de evaluar la situación de las comunidades, a dónde es más necesario que ese apoyo se dirija. La Junta de Buen Gobierno impone a todos los proyectos el llamado “impuesto hermano” que es del 10 % del monto total del proyecto. Es decir, si una comunidad, municipio o colectivo recibe un apoyo económico para un proyecto, deberá entregar el 10 % a la Junta de Buen Gobierno para que ésta lo destine a otra comunidad que no recibe apoyo. El objetivo es equilibrar un poco el desarrollo económico de las comunidades en resistencia. Por cierto, no se aceptarán sobras, limosnas ni la imposición de proyectos.
Séptima y última parte: una posdata.
Es oficial: está usted formalmente invitada(o) a la celebración de la muerte de los “Aguascalientes”, y a la fiesta para nombrar a los “Caracoles” y el inicio de las “Juntas de Buen Gobierno”. Será en Oventik, Municipio Autónomo de San Andrés Sakamch’en de Los Pobres, Chiapas Zapatista y Rebelde, los días 8, 9 y 10 de agosto del 2003.