Acordamos vivir: democracia y autonomía en tierras zapatistas

Jóvenes zapatistas antes de un partido de fútbol en el Encuentro de Mujeres que Luchan.

Ese texto fue escrito originalmente para la segunda edición del libro Teoria Social, Democracia e Autonomia: uma interpretação da experiência de autogoverno zapatista, de Cassio Brancaleone, para traer aspectos actuales del proceso zapatista diez anos despues de la investigación que originó el libro.

Versão original em português


Veja também:

– 1a edição do livro para download
– 2a edição do livro

– Mulheres em luta e, por alguns dias, sem medo: nosso acordo é viver
– Mulheres zapatistas e a saúde comunitária

 

Tal vez, cuando ya acabe el encuentro, cuando regresen a sus mundos,
a sus tiempos, a sus modos, alguien les pregunte si sacaron algun acuerdo.
Porque eran muchos pensamientos diferentes los que llegaron en estas tierras zapatistas.
Tal vez entonces ustedes responden que no.
O tal vez responden que sí, que sí hicimos un acuerdo.
Y tal vez, cuando les pregunten cuál fue el acuerdo, ustedes digan
“acordamos vivir, y como para nosotras vivir es luchar, pues acordamos luchar
cada quien según su modo, su lugar y su tiempo”.

 

Esas palabras fueron dichas en el cierre del Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, llevado a cabo en marzo de 2018 en el Caracol de Morelia – o Caracol IV, Remolino de las Palabras, zona de Tzotz-Choj, Chiapas, sureste mexicano. Diez años después de la vivencia que originó a ese libro, me tocaba experimentar las luchas zapatistas.

Llegué al encuentro con el pesado volumen de autoría de Cassio Brancaleone en mi mochila, con los consejos que él me había dado, y una gran alegría por estar viviendo la historia de nuestro tiempo, ese tiempo colectivo que no se mide en una vida individual. Una sensación de estar en el lugar y la hora adecuada, no por nada: el levantamiento zapatista, en el primero de enero de 1994, es conocido como un parteaguas, un antes y después frente al neoliberalismo. Y, 25 años más tarde, sigue firme, radicalmente coherente e inspirando autonomías en todo el mundo.

Desde una apatía frente a la creencia predominante en el “fin de la historia”, según la cual el capitalismo sería la culminación insuperable del desarrollo de la humanidad, indígenas del sureste mexicano han inaugurado un movimiento mundial de luchas que han denunciado la globalización capitalista como el más refinado mecanismo de explotación de los seres humanos y no humanos. Poniendo énfasis en el caso zapatista, no se restringieron a la denuncia: transformaron sus mundos, actuando en sus territorios por el medio de la autonomía y del autogobierno a favor de la justicia y de la dignidad humana, en defensa de “un mundo en que quepan muchos mundos”. En el que ningún sistema que tenga como objetivo y práctica hegemonizar y homogeneizar los modos de vida consiga se imponer en este aún tan diverso planetita. Mientras exista tal sistema opresor, habrá resistencia. Habrá lucha. Una guerra para que no existan más guerras, como anunciaron en sus comunicados.

La lucha se exterioriza en resistencia al sistema capitalista y sus brazos en el Estado – el “mal gobierno” –, que todo fulmina, que todo cosifica, que todos y todas las de abajo intenta silenciar. Sea ese gobierno de la dicha derecha o de dicha izquierda, al final, aunque en tonos distintos y con ropas de diferentes colores, la lógica vertical, depredadora y colonial es la misma.

La Revolución de Zapata y sus compañeros, en el inicio del siglo XX, fue traicionada, apropiada por la estructura partidaria – y así surge el PRI, Partido Revolucionario Institucional, que se confundió (¿se confunde?) con el Estado mexicano por décadas. Además de esa lección histórica, el movimiento zapatista aprendió directamente que no vale la pena intentar negociar con el Estado a partir de la experiencia con los em>Acuerdos de San Andrés, por el medio de los cuales se pretendía garantir oficialmente las autonomías indígenas en México.

La palabra de los de arriba no se ha cumplido, los ataques del ejército y de los paramilitares a los indígenas, zapatistas y no zapatistas, continuaron – entre ellos, la masacre de Acteal. De ese desgastante e infructífero intento de diálogo surge la 6a Declaración de la Selva Lacandona, en la cual el movimiento zapatista expone su postura autonomista anti-Estado que sostiene hasta hoy.

Por primera vez, en julio de 2018, ganó las elecciones presidenciales en México un candidato dicho de izquierda. Sin embargo, el principio de su trayectoria política fue en el PRI. También por primera vez, una mujer indígena sin vínculos partidarios ha intentado competir en las elecciones, representando un Consejo Indígena de Gobierno formado en el CNI – Congreso Nacional Indígena.

La nada ortodoxa propuesta de lanzar una candidatura indígena independiente fue planteada en las oficinas selváticas zapatistas. ¿Pero cómo? ¿Los enmascarados no eran anti-Estado? La estrategia generó un cortocircuito cerebral en apoyadores del movimiento, quizá mismo en algunos de sus integrantes. Polémicas aparte, la idea nunca ha sido asumir la presidencia – porque, como ya saben los que no alimentan esperanzas en el opresor y sus estructuras (¿quién son los ingenuos?), carta que no puede ser marcada no adentra en ese viejo y viciado juego. La propuesta ha sido simplemente alertar, movilizar, pautar el anticapitalismo a nivel nacional y principalmente fortalecer los vínculos entre las comunidades indígenas, las redes urbanas de apoyo y el propio CNI.

Al mismo tiempo que se moviliza hacia afuera, la lucha se estructura por dentro: en el fortalecimiento de las mujeres, de la salud y de la educación comunitaria, de las cooperativas, de la producción saludable para la tierra y para el pueblo, de la creación de memoria histórica y difusión de discursos propios por medio de las comunicaciones, del cultivo del imaginario a través de las artes y de la práctica cotidiana y común de la gobernanza colectiva, sintetizada en el término autonomía. O como dicho en su 6a Declaración, de autoaprendizaje y ejercicio del “mandar obedeciendo”.

La lucha también se teje entre; movimientos indígenas, luchas colectivas, individuos, individuas, individoas, todes que luchan por ese mundo donde quepan muchos mundos, anticapitalista, antipatriarcal; que alimentan, viven y crean esos otros mundos. Una manera muy interesante de se tejer esa red, y en la cual el zapatismo tiene mucha práctica, es por medio de eventos, encuentros, seminarios y festivales.

He aquí una característica histórica del movimiento, que en 1996 tejió su primer gran encuentro internacional – que muchos apuntan como el principal antecedente de los movimientos que se caracterizaron como “antiglobalización”, término que tal vez sea más interesante denominar como una otra globalización: globalización de la solidaridad, globalización de luchas contra la expropiación neoliberal, globalización de las rebeldías. Globalización de la esperanza en contrapunto a la globalización capitalista. De estas otras globalizaciones, fueron creadas redes como la Acción Global de los Pueblos y el Foro Social Mundial.

Se nota la capacidad que tiene este movimiento indígena del sureste mexicano, tan territorializado, en tejer redes planetarias por medio de eventos presenciales y enfoques digitales. Artes zapatistas han surgido por todos los rincones y la voz del Subcomandante Galeano, antes llamado Marcos, se escucha en la música de Manu Chao – declaraciones rebeldes invadiendo las emisoras de radio comerciales.

Sí, podemos decir que el zapatismo es pop. Pero logra alcanzar tal repercusión y permitir tales despliegues sin dejarse atrapar, sin dejarse apropiar por el Estado y por el mercado – equilibrio poco frecuente en las luchas sociales. Por esa razón sigue firme hasta hoy. El hecho de que se asuman y se reasuman como anticapitalistas, mantengan su autonomía frente al Estado y se relacionen con otros movimientos sin querer imponer nada a ellos, y ni dejar que ellos impongan nada, seguramente ha contribuido para que su popularización no conlleve en captura.

En este último período, han sido muchos los eventos. En los finales de 2017, ocurrió el 2o ConCiencias por la Humanidad, con el tema “las ciencias frente al muro”, orientado hacia el medio académico. En marzo de 2018, el Encuentro de Mujeres que Luchan, que tuvo la participación de más de cinco mil participantes de diversas partes del mundo. En abril, once días de platicas o, como se ha denominado, semillero, o como se diga, ¿Prohibido pensar?, en lo cual se ha avaluado el intento de candidatura de Marichuy, María Jesús Patricio Martínez, por el CIG – Consejo Indígena de Gobierno, así como el Encuentro de Mujeres. En agosto se llevó a cabo la tercera edición del festival artístico CompArte por la Vida y por la Libertad, inmediatamente precedido por el Encuentro de Redes de Apoyo al CIG. El 1o festival zapatista de cinema Puy Ta Cuxlejaltic, “Caracol de Nuestra Vida” (cuando se celebró los 15 años del surgimiento de los caracoles), aconteció en noviembre. Y, en los fines de diciembre y principios de enero de 2019, un encuentro, ahora internacional, de redes de apoyo al CIG, seguido de la celebración de los 25 años del levantamiento zapatista.

¡Uf! Qué año movido. No por casualidad las zapatistas, al contrario de lo que habían dicho en 2018, han decidido no realizar el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan en marzo de 2019. Después de un momento de apertura, se anuncia un período de retracción. ¿Pero en pleno gobierno dicho “progresista”? Justamente. Lo que llaman de progreso incluye algunos megaproyectos, como el llamado “Tren Maya”, que ponen en jaque la autonomía de los pueblos de la región. La anunciada intensificación de la militarización oficial en el estado de Chiapas deja claro que, sea de izquierda o no, capitalismo es capitalismo – y que no existe buen gobierno adentro de la estructura de Estado.

¿Prohibido pensar?

En esa caminata que dialoga con lo que Cassio denomina “sociología andante” – que entiendo como una sociología que camina, escucha, aprende, se involucra, que actúa conscientemente en ese mundo que no solo observa como hace parte –, pude acompañar los semanarios que ocurren semanalmente en el CIDECI-UniTierra, el Centro Indígena de Capacitación Integral, ubicado en San Cristóbal de las Casas.

Todos los jueves por la noche son discutidas noticias relacionadas a las luchas sociales del mundo, a partir del ejercicio de la escucha atenta y de la palabra sincera. El resumen de las noticias seleccionadas para la ocasión, siempre distribuidas en la semana anterior para que todxs puedan leer, es presentado primeramente en tzotzil, idioma indígena predominante en la región, y en secuencia “en castilla”, o sea, en español. Se trata de una práctica semanal de avaliar conjuntamente las luchas sociales en el mundo y las amenazas desde arriba, en que participan estudiantes indígenas del CIDECI, gente de las comunidades locales, apoyadores de los movimientos y activistas de diversos lugares del mundo que transitan por la región.

El CIDECI sirve también como base para la realización de eventos zapatistas en San Cristóbal de las Casas, ciudad transformada en un epicentro de resistencias anticapitalistas desde el levantamiento de 1994. Fue allá que se pasó el conversatorio “Miradas, Escuchas y Palabras: ¿Prohibido Pensar?”, realizado después del anuncio oficial de que la precandidatura de Marichuy no tuvo la cantidad de firmas exigidas por la ley electoral. Una candidatura independiente necesitaría casi 870 mil firmas para ser viabilizada: fueron colectadas más de 260 mil.

El Sub entrevistando a Marichuy en el primer día del Semillero.

La propria Marichuy hizo una caravana por México, promoviendo debates principalmente en las comunidades que integran el Congreso Nacional Indígena. Diversos colectivos se formaron alrededor del país para dar apoyo a la candidatura de la portavoz del Consejo Indígena de Gobierno: pusieron sus puestitos en las calles, platicaron con personas y colectaron firmas. Al principio era necesario usar una aplicación, y para eso tener un smartphone y red de internet, para validar cada una de ellas. Evidentemente eso dificultó la colecta en las zonas rurales, principalmente en las comunidades indígenas, y el sistema electoral pasó a aceptar la documentación en papel, incluyendo una copia de la credencial para votar – lo que también no fue fácil colectar. Vale destacar que, a pesar de que fue el movimiento zapatista que dio la idea de la candidatura independiente, sus bases no han contribuido con las firmas. Al final, ellos no votan.

El Subcomandante Galeano ha declarado que en verdad ni esperaban tener la precandidatura validada, que pensaban que seguramente se haría falta alguna copia de algún documento solicitado en algún pie de página del reglamento. Lanzar una precandidatura a partir de un Consejo Indígena de Gobierno, además de demonstrar que otras formas de organización existen más allá de los partidos, fue una apuesta de denuncia de ese sistema electoral excluyente. Que se cumple.

Esa fue la primera vez en que se tuvo la posibilidad de candidaturas independientes en las elecciones presidenciales de México. Sin embargo, la única precandidata que nunca tuvo un pasaje por partidos era Marichuy – además de haber sido la que tuvo menos firmas impugnadas por el Instituto Nacional Electoral. Tres precandidatos consiguieron reunir la cantidad de firmas necesarias: una ex primera dama que abandonó su partido algunos días antes de inscribirse como candidata independiente, un senador (en licencia) y un gobernador (también en licencia), y han sido encontradas irregularidades. Eso sin adentrar en el análisis del financiamiento.

Ser mujer, indígena y hablar el idioma de su comunidad: esos eran los prerrequisitos delineados por el CIG para escoger su representante. Marichuy, además de cumplir con los parámetros, es casada y madre. Las últimas dos características han sido destacadas por el Sub en el semillero para dar énfasis que una mujer no debe de tener que escoger entre la vida pública o a una familia, pero que la familia y la comunidad necesitan crear condiciones para que toda mujer pueda ejercer el papel político que le corresponda.

A lo largo del Encuentro de Mujeres, las zapatistas han declarado que no quieren ningún patriarcado, ni capitalista, ni ancestral. Para que eso ocurra las tradiciones también han de ser cuestionadas siempre que impidan que cualquier grupo social o persona tenga una vida digna; cuando son basadas en explotación y relaciones de opresión de unos sobre otras – históricamente, de hombres sobre mujeres (y todes que no quepan en esas dos categorías).

Es importante recordar que el capitalismo colonial profundiza ese abuso patriarcal, y además agrega otros, como lo de los blancos sobre indígenas y de patrones sobre empleados. Lo que ocasiona que, tristemente, muchas de las veces las relaciones de opresión se reproduzcan entre mujeres, entre personas de otros géneros y sexualidades no heteronormativas, entre indígenas, entre explotados. Es necesario descolonizar el modo en que nos relacionamos, también desde abajo y a la izquierda.

En su 6a Declaración, el movimiento zapatista reconoció que su principal debilidad consistía en la aún baja participación de las mujeres en las actividades políticas. Aún contando desde 1993 con la Ley Revolucionaria de Mujeres – que reconoce su derecho a la educación, al trabajo, a la remuneración justa, a la vida política, a que no sean obligadas a casar y a tener hijos, y de prever graves castigos a los abusadores sexuales –, pocas ocupaban cargos directivos.

La autocrítica no fue en vano: el escenario ha cambiado drásticamente, para mejor, en los últimos años, y el Encuentro de Mujeres siendo exclusivamente organizado por ellas es un ejemplo de eso. Ellas están orgullosas, en la carta que escribieron a las mujeres del mundo explicando por qué no fue realizado el Segundo Encuentro como habían planeado, de que en muchos años ninguna mujer ha sido asesinada en tierras zapatistas. Considerando el proceso de fortalecimiento de las mujeres de una manera amplia, excediendo el zapatismo e involucrando el CNI, la candidatura de Marichuy es un otro ejemplo.

La convocatoria para el semillero contaba la historia de un lugar cualquiera, en que había un grande y desgastado muro, lleno de grietas. Ahí pegado, un viejo afiche en que se leía: “la familia feliz”, retratando un hombre y una mujer, con dos hijos, un niño y una niña. Todos riendo. Quizá algún día esa familia haya parecido feliz, o quizás hasta haya existido y sido feliz, pero no hay memoria sobre eso. Nadie recuerda. Las personas pasaban, con prisa, frente al muro. Había veces que una parte de él se caía, matando algunas de ellas, hasta comunidades enteras; las personas se conmovían momentáneamente y luego regresaban para sus vidas apresuradas. Hasta que llegaba el momento de las elecciones del Encargado de Cuidar de la Imagen de la Familia Feliz, en que todos se agitaban, discutían. Una niña aparece y pide permiso para hablar. Las autoridades y el público en general cuestionan si una niña pudiera tener derecho de hablar en tan importante debate, si fuera capaz para tal hecho, si no se trataba de una manera de desviar la atención de esa tan importante disputa, si no terminaría influenciando la abstención. Por fin la institución responsable por la elección del Encargado de Cuidar Imagen de la Familia Feliz decide que no, la niña no puede hablar. Mismo así ella habla: SE VA A CAER. “Pero nadie escuchó… un momento… ¿nadie?”, finaliza, interrogando, la convocatoria.

El nombre del evento hace referencia a lo que se considera debate electoral, y a las diversas acusaciones direccionadas a aquellos que se proponen a pensar más allá de las elecciones, y hasta mismo denunciarlas. Pero como se dice en la 6a Declaración: no se trata de ser contra la política, pero sí de ser contra ESA política. Ahí adentramos en el mérito de qué es la política, de qué es la democracia. El zapatismo, así como el Congreso Nacional Indígena, sigue afirmando que no existe democracia sin la organización popular, sin autonomía, sin autogobierno. Que no existe democracia cuando solo algunos mandan y los otros obedecen. Y que no existe justicia social adentro del capitalismo que, cada vez más, nos expone señales de que ya no se sostiene. Se va a caer.

Algunos colectivos que se formaron en ese proceso, conformando las Redes de Apoyo al CIG, adentraron en crisis existencial cuando su trabajo se terminó. El semillero fue un momento de evaluación entre los que han participado de esa trayectoria, y se han seguido otros encuentros para definir los próximos pasos de esas redes.

Además de las comunidades indígenas, de los intelectuales, activistas, artistas, periodistas y demás invitados, el semillero también contó con el relato de la evaluación que las mujeres de cada uno de los cinco caracoles zapatistas hicieron del Encuentro de Mujeres que Luchan, realizado alrededor de un mes antes.

Como la coherencia lo demanda, toda estructura necesaria para que los eventos zapatistas sean realizados es voluntaria, activista o como se diga. Algunas percepciones personales: 1. No hay personalismo, ni glamour; 2. Es todo autogestionado, o sea, no llega dinero de ninguna parte para nadie y para nada; la cosa se hace en el activismo no remunerado a favor de la causa; 3. Hay gente de todo el mundo que contribuye (así como gente enraizada en Chiapas), en todas las frentes consideradas necesarias, como equipo técnico de imagen y sonido, traducción, seguridad, transporte (para las personas invitadas que necesitan), montaje de exposiciones y por ahí va; incluyendo un grupo responsable por la venta de comidas y bebidas, que es lo que financia el equipo de apoyo, o sea, cubre los gastos de gasolina y material; 4. Es todo muy discreto: a la medida en que se va enseñando verdadero compromiso y labor es que se va ganando confianza – y más trabajo.

Hay relatos diarios del semillero en formato escrito, acompañado de fotos y de los audios de todas las participaciones, disponible en la página digital de la Radio Zapatista. Las declaraciones del Primer Encuentro de Mujeres, así como todos los comunicados, pueden ser encontrados en la página Enlace Zapatista. Partes de la trama de una otra red de apoyo, de comunicación, que construye la memoria del movimiento y lo difunde para los cuatro o cuantos sean los cantos del mundo.

Comparto un tramo del relato del 10o y penúltimo día de semillero, más específicamente de la participación de Yásnaya Aguilar, lingüista, investigadora y activista mixe de Oaxaca:

Yásnaya Aguilar irrumpió en el auditorio del CIDECI como un huracán dispuesto a sanar las heridas y la enfermedad contemporánea con el irreductible y originario remedio de la libertad. Si tomamos la domesticación del maíz como nuestro origen, lo alusivo a lo indígena apenas haría referencia a 200 de los 9,000 años transcurridos desde entonces, pues esta gran categoría fue creada por los Estados-Nación para encasillar, conjuntar y encapsular en un cajón único y supuestamente común distintas prácticas de vida y organización cuyo rasgo compartido era precisamente la negación a aceptar la idea de pertenecer a un Estado, es decir, a formar parte de algo mayor encima de los pueblos y practicar un estar juntxs falso e inocuo lejano al amor y cercano al impulso patológico de la muerte. Así, del torrente de palabras, miradas y escuchas compartidos por Yásnaya -lxs zapatistas de plano le pidieron su texto para seguirlo descubriendo con calma-, emergió ayer de nuestras heridas físicas y patológicas una pista enorme y vital para sobrevivir juntxs. “Eso que entiendo que los caracoles, que los compañeros zapatistas ya están haciendo, y disculpen si los contradigo, más que buscar un ‘nunca más un México sin nosotros’, están creando ya el ‘nosotrxs sin México’”, sonrió Yásnaya.

Su provocación va en sentido opuesto de la consigna tan repetida en el entorno zapatista y en el CNI – “nunca más un México sin nosotros”, en que se reclama un México que no margine a los pueblos indígenas. Yásnaya cuestiona la propia categoría homogeneizadora que el término “indígena” conlleva, y el objetivo de disputar un Estado-nación. “Indígenas somos las naciones sin Estado”, dice ella, y los llamados “mestizos” son indígenas “desindigenizados”. Indígena no sería, así pues, un rasgo esencial – ¿sería posible encontrar algo esencial en tantos pueblos tan diversos de tan distintos lugares, al no ser la propia negación del Estado nacional? –, pero un rasgo político, que existe debido a las terribles circunstancias de la colonización. No obstante, mismo que utilicen el término “indígena”, y mismo que contradiga su consigna, ella cree que lxs zapatistas, en sus caracoles, ya están creando “un nosotrxs sin México”.

En respuesta, el Sub dijo que Yásnaya ha llegado a conclusiones que lxs zapatistas también han llegado – y que ya inician algunas de sus celebraciones sin tocar el himno nacional y se perciben utilizando palabras que ya no hacen sentido. Complementó que cuando uno está solo es fácil pensar que se está delirando, y que es muy bueno percibir que hay personas delirando en la misma frecuencia.

 

Todo parece imposible la víspera

Cuando las zapatistas lanzaron la convocatoria para el Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, no imaginaron que millares de mujeres de partes tan distintas del mundo llegarían en sus tierras para compartir sus vidas y luchas. Cuando el EZLN – Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas recuperando tierras, ocupando alcaldías municipales en Chiapas y difundiendo su palabra, en un intento muchas veces clasificado, hasta por ellos mismos, como suicida, no imaginaba que llegarían a los 25 años después de la insurrección armada con caracoles estructurados, sólidas bases y una red planetaria de apoyo. Sin nunca más tener movilizado su ejército para ningún tipo de ataque.

Todo parece imposible la víspera, como han dicho en algún de sus comunicados. Y lo que según una lógica instrumental embasada en el conformismo se entiende como delirio, inmadurez, romanticismo, puede ser la capacidad de pensar además de las cadenas que nos detienen y el ímpetu inicial que nos permite mover para que nos libremos de ellas.

El zapatismo nos invita a delirar, juntxs, pero separadxs: que compartamos nuestros sueños, nuestros delirios, pero respectando nuestras diferencias, nuestra diversidad, nuestros modos. Que coloquemos en práctica el delirio democrático a partir de la autonomía, de nuestra manera, a nuestro tiempo, a partir de nuestros lugares, tejiendo diversos nudos en una red para que nunca más exista un planeta sin todos nosotros.

En el fin del Encuentro de Mujeres, las zapatistas no convocaron a que nos súmenos a un plan mundial de derrumbe del capitalismo – y del patriarcado – encabezado por ellas. No creen en el monocultivo de las luchas, pero que la fuerza de la vida se sostiene sobre la diversidad de maneras de luchar y vivir. No quieren ser vanguardia de nada, ni presentar modelos para nadie. Instigan apenas a que cada persona busque maneras locales y colectivas de sobrevivir frente al tractor global, porque nos están matando.

Están matando mujeres; pueblos indígenas o como quiera que se diga; gays, lesbianas, bis, trans y otroas; pobres, trabajadorxs, campesinxs, negrxs, izquierdosxs; intelectuales, artistas, activistas, comunitaristas, ambientalistas; bosques, junglas, ríos, animales, plantas, subsuelos, montes, aires, tierras, océanos y mares; culturas, ideas, ideales, sueños, idiomas, modos de ser y de existir.

Porque nos están matando – y terminando con la diversidad de la vida terráquea en favor de la ganancia, en nombre del progreso y de la civilización –, luchar es vivir.

Registro del Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan.

 

Michele Torinelli

México, febrero de 2019,

a cien años del asesinato del luchador Emiliano Zapata.

 

Traducción: João Wisniewski.

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